En
Bogotá en épocas de grandes alcabaleros el proceso de la definición del
presupuesto se invierte. Se hacen reformas tributarias que generan cuantiosos
recursos y a partir de esto se definen las obras que se van a hacer.
A diferencia de lo que
ocurre con el huevo y la gallina, en los textos de las finanzas públicas, la
definición del presupuesto es en principio muy sencilla. El encargado de las
decisiones debe determinar primero su programa de obras, y a partir de este los
recursos con que debe contar para su ejecución. El programa se determina,
obviamente después de conocer las que producen la mayor rentabilidad para la
sociedad. Una vez se ha definido el programa de inversión se deben considerar
las posibles limitaciones que puedan surgir. En primer lugar, se deben estudiar
las limitaciones en la capacidad de
ejecución de la agencia encargada. La experiencia ha mostrado que en Colombia
la capacidad de las agencias del Estado han hecho que los programas de
inversión no se ejecuten en su totalidad dentro del plazo previsto. Además, en
algunas ocasiones los programas de inversióin no se pueden ejecutar por
circunstancias de carácter macroeconómico. Los programas acordados con los organismos
multilaterales de Crédito por lo general contienen compromisos sobre el tamaño
del programa de inversión para hacerlo compatible con la estabilidad económica.
Solamente cuando se ha
definido un programa prioritario que tenga en cuenta las limitaciones impuestas
por las restricciones internas de carácter institucional y por las que tienen
que ver el programa macroeconómico debe comenzarse a pensar en la fuente de
recursos para el plan.
En Bogotá en épocas de
grandes alcabaleros el proceso se invierte. Se hacen reformas tributarias que
generan cuantiosos recursos y a partir de esto se definen las obras que se van
a hacer. Este proceso en contra vía de lo que recomienda la teoría de las
finanzas públicas ha mostrado grandes problemas pues por una parte las obras
seleccionadas a posteriori no reflejan una sana política de prioridades sino
que se convierten en la feria del puente sin orejas. Además, en el largo plazo,
las obras son substituidas por gastos en Burocracia. Como ya lo ha dicho el
ilustre Profesor Parkinson, el número de burócratas crece hasta copar el
presupuesto. Al aumentar los impuestos no aumentan las obras sino que aumentan
los gastos en burocracia y los salarios de los sindicatos de los empleados
públicos. La idea de Reagan con la inspiración parcial de Milton Friedman fue
mantener los recursos del Estado constantes para limitar de esta manera su
tamaño. La idea de los alcabaleros bogotanos es, por el contrario, aumentar el
tamaño de los impuestos para terminar con un Estado gigante e ineficiente.
Como ya lo han puesto
de manifiesto distinguidos comentaristas como el Doctor Lemos Simmons, el
bogotano que vive en los estratos malditos siente que le están confiscando sus
ahorros. El beneficio potencial de las obras prometidas no tiene mucho que ver
con el esfuerzo fiscal que se le exige. El tal beneficio general que se alega
apenas llega al grado de coronel. El aumento en el precio de los terrenos
obtenido como consecuencia de las mejoras en la accesibilidad producida por las
nuevas vías indudablemente recae en unas zonas específicas. Como lo muestran
los estudios de los economistas urbanos, el beneficio de las mejoras viales
tiende a favorecer a las tierras ubicadas en la periferia de la ciudad. Como en
un juego de suma cero, esta mejora es sufragada por propietarios cuyos terrenos
pierden valor.
Los que pasamos por la
carrera séptima entre la 61 y la 73 a veces dudamos que la administración
inventora del solo hueco, o sea un carril dedicado solo a los huecos de las
nuevas líneas teléfonicas, pueda concluir con éxito y dentro de los próximos
dos años un plan de la magnitud contemplada en el Acuerdo aprobado
recientemente por el Concejo. Para bien de la ciudad esperamos estar
equivocados.
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