El péndulo ideológico
parece estar moviéndose nuevamente hacia la izquierda.
Cuando uno se reune con
sus compañeros de juventud comienza a recordar las épocas cuando uno también
tuvo veinte años. En las conversaciones afloran los temas de moda en la música,
en la literatura, en el cine y ocasionalmente también surgen los temas de la
teoría económica.
Los temas de literatura
conservan su encanto. Los Cien Años de Soledad, las obras de Vargas Llosa y
Cortázar se dejan leer más fácilmente que hace veinticinco años. Los Mamas y
los Papas, Simon y Garfunkel y la misma Joan Baez conservan el mismo encanto
que disfrutamos por allá en 1967. Las películas de esa época como el Graduado
con Dustin Hoffman siguen trayendo agradables recuerdos.
Por el contrario,
libros como el Nuevo Estado Industrial, que colocó a su autor, el Profesor John
Kenneth Galbraith, en el tope de los Best Sellers y en la carátula de Time,
quedan después de cinco lustros apenas como una muestra del buen manejo del
lenguaje. Frases como "la espontaneidad que se puede apreciar en mis
escritos después de la quinta corrección" que usa el Profesor Galbraith en
la introducción de su libro son joyas que nos hacen sonreír al releerlas.
Los grandes conceptos
que puso en boga el Profesor Galbraith en su libro perdieron vigencia con el
tiempo. La gran diferencia entre los escritores en economía y los fabricantes de
autos se la escuché al Profesor Galbraith hace casi quince años. Según él, los
autores no tiene que recoger sus obras cuando salen con defectos mientras que
los fabricantes de automóviles están obligados a mandar recoger y reparar los
automóviles que salen con deficiencias de la línea de ensamble.
Las enseñanzas de
Galbraith en su nuevo Estado Industrial y en la Sociedad Opulenta que
resultaron con serios defectos y que justificaron excesos en el
intervencionismo del Estado siguen circulando por el mundo en busca de
pasajeros que se monten nuevamente en el tren de la victoria.
Los mensajes de Clinton
y las promesas de nuestra flamante nueva constitución parecen extraídos de la
ideología de los sesenta. El idealismo de algunos políticos norteamericanos y
colombianos se vuelve a alimentar de las enseñanzas de este gran economista.
El péndulo ideológico
parece estar moviéndose nuevamente hacia la izquierda. Las grandes problemas
económicos que dieron lugar al desmoronamiento del sistema comunista en el
mundo parecen olvidarse muy rápidamente. En Colombia es cada vez más frecuente
el renacer del Cepalismo que tanto daño nos causó. Los intervencionistas
defienden en contra de toda la evidencia instituciones como el ISS que se
destacan por su ineficiencia con argumentos extractados del discurso de los
sesentas.
Con el cuento de la
solidaridad los defensores del intervencionismo nos quieren convencer que
sigamos haciendo aportes en un hueco negro llamado pomposamente Instituto de
los Seguros Sociales. La mentada solidaridad en el caso colombiano se ha
convertido en una forma de imposición sin representación. No hay duda que los
aportes que hacemos una gran mayoría de los colombianos no son otra cosa que un
impuesto adicional. Los pagos al Seguro Social y al Sena nunca se traducen en
servicios para los afiliados son lo mismo que los famosos Rudi bonos un
impuesto más que cae en los estratos malditos.
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