Las autoridades del sector energético piensan únicamente en si se debe racionar los lunes festivos o no. La solución de utilizar el sistema de precios para igualar la oferta con la demanda no se les pasa por la cabeza.
Hace poco más de un año se comenzó a gestar el problema eléctrico. En los meses de septiembre y octubre de 1991 se presentó un descenso en el nivel de los embalses. En lugar de crecer como era lo habitual en estos meses, que tradicionalmente eran de invierno, los embalses comenzaron a disminuir. En esa época las autoridades energéticas se dejaron sorprender y no tomaron ninguna medida que hubiera podido disminuir la severidad de los racionamientos. Por no haber adaptado las medidas a tiempo el racionamiento ha tenido que prolongarse más y ha sido mucho más severo.
La actuación de los dirigentes del sector energético en estos últimos trece meses ha sido fatal. La falta de liderazgo ha sido enorme. El gran esfuerzo se ha dedicado a buscar chivos expiatorios. La cacería de brujas emprendida ha causado víctimas inocentes y acabado con la honra de muchos funcionarios que tuvieron la poca fortuna de servir a el sector eléctrico en los últimos diez años.
El manejo de la crisis ha sido poco imaginativo. El racionamiento de la energía eléctrica ha sido el arma preferida de las autoridades. Infortunadamente, esta manera de afrontar el problema ha sido inconveniente e injusta. Las principales dependencias del Estado no han sufrido ni un solo momento la falta del preciosos “fluido”eléctrico. La gran industria también ha estado de buenas porque sus instalaciones siempre han contado con energía. El sufrido ciudadano y el pequeño empresario han tenido que soportar todos los rigores del racionamiento.
El sector eléctrico no ha logrado aumentar su oferta en manera apreciable. La prometida interconexión con Venezuela y las tan esperadas barcazas quedaron nada más como palabras, tan sólo palabras. Los ricos, los banqueros, algunos estilistas han resuelto su problema mediante la compra de equipos que han contribuido a aumentar los niveles de contaminación sonora y ambiental de nuestras ciudades.
La desidia del sector público ha sido monumental. En lugar de encargar del problema al gerente de ISA, para que éste se convierta en el gerente de la Emergencia Eléctrica, se contrata a un destacado cerebro repatriado para que por la módica suma de 45 millones de pesos informe si el cronograma del plan de emergencia se está cumpliendo. El sistema de seguimiento de la Emergencia Eléctrica nos recuerda el que usó el Departamento de Defensa de Estados Unidos en la Guerra del Vietnam. Este sistema informaba detalladamente sobre el número de bombas que se lanzaban y sobre las bajas del enemigo pero nunca informó que la guerra se estaba perdiendo.
Las autoridades no han tomado conciencia de la importancia de enfrentar el problema de la falta de energía. Recientemente pasé por la séptima con 70 y me sorprendió ver que una pequeña peluquería y una salsamentaría tenían luz mientras que el semáforo de la esquina estaba totalmente apagado. El sector privado se había enfrentado al problema y había tratado de atender a sus clientes mientras que el funcionario público toleraba que se creara un caos en el tráfico porque un semáforo no tenía energía.
La falta de imaginación de nuestras autoridades energéticas es monumental. Piensan únicamente en si se debe racionar los lunes festivos o no. La solución de utilizar el sistema de precios para igualar la oferta con la demanda no se les pasa por la cabeza. En un año los cambios se hubieran dado. La sustitución de energéticos se hubiera facilitado. El cambio de la manera que se otorgan los subsidios hubiera ya reducido el sobre consumo de las familias que no se enfrentan al verdadero costo de la energía. Si a los consumidores de bajos ingresos se les cobra el verdadero costo del servicio pero a la vez se les otorga una ayuda global sin que dependa del consumo, su comportamiento hubiera cambiado sin tener que sufrir por ello una baja en los ingresos.
El mito de que la gente no responde a la variación de los precios no tiene mucha validez en el largo plazo. Más aún, en la medida en que los anuncios del gobierno tengan credibilidad, la reacción del consumidor es más fuerte. La mayoría de los que no han resuelto su propio problema ha sido porque le han creído al gobierno que él se iba a arreglar rápidamente y que los apagones iban a ser temporales. De saber que la incapacidad del gobierno iba a ser tan grande, ya hubiéramos arreglado nuestro propio problema. La solución del problema debe iniciarse con un programa creíble por parte del gobierno. No podemos seguir confiando en la posibilidad de lluvia.
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