Para la Administración
lo importante es cobrar a los dueños de los predios, a los dueños de los
vehículos y a don Raimundo y a todo el mundo.
Cuando nos disponíamos
a gastarnos la plata de la prima de junio, nos sorprenden con la noticia de que
en pocos días se va a comenzar el cobro de la valorización por beneficio
general. Nos encontramos nuevamente frente a una situación en la que una
Administración busca primero los recursos antes de decidir en que invertir. Han
pasado tres años de discusiones jurídicas sin que se haya hecho un plan serio
sobre las necesidades de transporte de la ciudad. Todo este tiempo se ha
dedicado a discusiones jurídicas y políticas sin haber tenido en cuenta que
para poder realizar las obras se necesitan estudios que fijen las prioridades
de la ciudad.
Más aún, por estar
discutiendo sobre otros temas se ha olvidado que bajo un concepto de
valorización, así sea por beneficio general, las obras y los cobros deben tener
alguna relación. Para poder contar con el apoyo ciudadano, los bogotanos deben
ver que los cobros de la valorización les van a reportar algún beneficio
futuro, pues de otra manera lo que se está haciendo es incrementando un impuesto
a los predios bogotanos.
Parece claro que el
gobierno bogotano no ha dedicado mucho esfuerzo a encontrar un plan de obras en
el que la financiación y el beneficio estén ligados. Más aún, parece que la
Administración ha considerado que esto no es importante. Para la Administración
lo importante es cobrar a los dueños de los predios, a los dueños de los
vehículos y a don Raimundo y a todo el mundo. Un día piensa que todos los
costos deben ser asumidos por los usuarios y por tanto busca concesionarios
para un sistema de transporte masivo que con tarifas puedan hacer todas las
cuantiosas inversiones que se demandan en este tipo de transporte. Al otro día
piensa que son los usuarios de los teléfonos los que deben pagar por las
inversiones y la operación del deficiente sistema de semáforos.
Como todas estas
fuentes parecen insuficientes el funcionario de turno decide incrementar no
solo los costos de poseer un vehículo sino también la tramitología, creando
certificados de movilización, calcomanías para los carros matriculados fuera de
Bogotá y nuevos números para los vehículos con placas negras. Como si todo esto
no fuera suficiente se contempla como alternativa una sobretasa a la gasolina
con el argumento de que en Colombia la gasolina es muy barata.
Con tanta imaginación
sobre fuentes de recursos para financiar un gasto prioritario uno pensaría que
el tráfico bogotano debería ser el más fluido del mundo y que las calles de
Bogotá y no las de San Francisco, serían la envidia de todo el mundo. La realidad
cotidiana muestra todo lo contrario. Los huecos son tan abundantes que se han
comenzado a privatizar. Los contratistas han encontrado que los dueños de
muchas viviendas están dispuestos a pagar el arreglo de las calles. Los
periódicos han encontrado fuente inagotable de noticias el mal estado de las
vías y la congestión reinante en Bogotá. La radio tiene a diario su reporte
sobre el tráfico en el que se anuncian que todas las calles tienen problemas.
La oportunidad que se
presenta en este momento en el que se van a recaudar tan importantes sumas no
debería desaprovecharse. Las obras que se hagan deberían ser ampliamente
discutidas y escoger las verdaderamente prioritarias. Busquemos que los que
están haciendo el esfuerzo económico reciban al menos algún beneficio. Las
universidades, los gremios, la Cámara de Comercio deberían convertirse en
veedores de unas obras de tal magnitud. Al menos que nuestros pesos se
inviertan bien y que mañana no tengamos que buscar a los pavimentadores para
que nos arreglen las vías que utilizamos.
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