La falta de discusión
de las prioridades del gasto público es la manera más sencilla para caer en un
caos fiscal.
La atención del público
estuvo puesta la semana pasada en la aprobación del presupuesto. El debate se
centro en el tema de unas partidas presupuestales por cien mil millones de
pesos y sobre su legalidad y moralidad. El monto total del presupuesto, su
distribución por tipo de gasto, el efecto del gasto tanto en la asignación de
recursos como en la estabilidad macroeconómica pasaron a segunda línea a pesar
de su importancia.
El triste espectáculo
de la resurrección de los auxilios no puede ocultar el hecho de que la discusión
del gasto público en Colombia es inexistente y consecuentemente, y que esto
puede llevar a situaciones graves. La falta de discusión de las prioridades del
gasto público es la manera más sencilla para caer en un caos fiscal.
El proceso presupuestal
anual debería ser la oportunidad para discutir cuales son las principales
necesidades del país y como se van a satisfacer. Deberíamos discutir si lo que
necesitamos es cañones o mantequilla. Si debemos reforzar los presupuestos de
la defensa, si debemos construir más carreteras o si por el contrario lo que se
requiere es mejorar las condiciones de la población colombiana mediante la
inversión en capital humano reforzando los gastos en salud, educación y
seguridad social.
La discusión del
presupuesto debería además servir para fijar compromisos entre el gobierno y el
congreso. La entidad que fija el presupuesto para aprobar una partida debe
conocer muy bien cuál es el objetivo que se va a cumplir con esa plata y debe
además pedir cuentas de lo que se hizo en el pasado con los recursos asignados.
No se puede seguir asignando partidas sin establecer unas metas físicas que
puedan servir para evaluar posteriormente si se cumplió o no con el objetivo propuesto. Cuando uno fija
una partida para educación tiene que saber cuántos niños de primaria se van a
educar, cuál va a ser la calidad de la educación que se va a impartir para
poder evaluar si lo que se prometió obtener a cambio del dinero asignado
efectivamente se logró. No podemos continuar asignado el gasto sin exigir al
gobierno unos compromisos cuantificables y sin evaluar el impacto del gasto
público.
Las entidades del
gobierno que reciben dinero deben ser responsables de cumplir con los
compromisos adquiridos. Si su incumplimiento se vuelve crónico el país debe
pensar en remedios drásticos para que funcionen bien o si no mejoran debe
contemplarse su desaparición. La idea de un presupuesto base cero en el que las
entidades deben justificar cada año su existencia es sin lugar a dudas un
instrumento importante para mejorar le eficiencia del gasto público.
La discusión del
presupuesto es el momento propicio para evaluar si los recursos contemplados
son suficientes y si realmente constituyen la mejor manera de obtener los
recursos. Es el momento de pensar si se debe seguir dependiendo de impuestos
indirectos o si se debe apelar más a los impuestos directos. También debe
discutirse sobre la equidad de los tributos y por lo tanto es necesario pensar
hasta que punto los impuestos que estamos usando son los más aconsejables desde
el punto de vista de su efecto sobre la distribución de ingreso.
Igualmente, la
discusión del presupuesto debe contemplar el efecto que tiene sobre el entorno
macroeconómico. No podemos ignorar que en las circunstancias actuales, cuando
se ha abierto la economía,la política fiscal es el instrumento de política
económica con mayor impacto. La tasa real de cambio, la tasa de inflación son
determinados en muy buena parte por la política fiscal. Es inconcebible que
estos temas no se mencionen cuando se discute el presupuesto ni que se ponga de
presente el efecto pernicioso que pueda tener un desbordamiento del gasto
público.
Si el mico de los
auxilios logra despertar la conciencia ciudadana sobre la importancia del
presupuesto nacional habría prestado un buen servicio. Los candidatos a las
corporaciones públicas y a la presidencia de la república deberían presentarnos
propuestas creativas para mejorar la calidad de este proceso.
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