La idea de dar
prioridad al transporte público sobre el transporte privado, en principio sana,
cuando se aplica sin criterio puede conducirnos a graves problemas
La semana pasada se
realizó un importante foro organizado por la Sociedad Colombiana de Arquitectos
sobre los problemas y soluciones al transporte en Bogotá. El foro contó con la
participación de expertos extranjeros y de algunos analistas locales. A pedido
de los organizadores presenté una ponencia en la que hice mención a un tema que
ha sido poco tratado pero que indudablemente es de indudable importancia.
Por regla general, los
planificadores del transporte proponen darle prioridad al transporte público
sobre el transporte privado y buscan como primera prioridad desincentivar el
uso del automóvil particular. La razón para darle preferencia al transporte
colectivo es que éste utiliza más eficientemente el espacio vial y que por lo tanto
es aconsejable privilegiar el transporte público para obtener una mejor
utilización del escaso espacio vial existente en la ciudad.
Esta idea, en principio
sana, cuando se aplica sin criterio puede conducirnos a graves problemas. Por
ejemplo, el pensar que el automóvil particular es el gran culpable de la
congestión en una ciudad lleva a una situación de tolerancia con los operadores
de buses que puede llevar fácilmente a un caos total en la ciudad. No solo hay
congestión cuando hay un excesivo número de vehículos particulares, si no que
también la hay cuando hay más buses de los necesarios.
Los bogotanos sabemos
por experiencia que el eliminar el vehículo particular de algunas vías no ha
sido suficiente. Como se recordará, por la carrera décima en una época no
podían circular vehículos particulares. En esa época la condición de operación
de dicha avenida no fue muy buena pues la congestión de buses convirtió a esta
importante arteria en una paradero de 15 cuadras en las que el pobre usuario
tenía que lanzarse a la mitad de la calle para poder abordar su bus.
La solución obvia para
disminuir la congestión es reducir el número de vehículos que utilizan una vía.
Los resultados de hacer esto pueden se estupendos. El retiro de las busetas de
la Avenida Caracas, en mi opinión, ha sido la principal causa del aumento de
velocidad experimentado en la troncal de la Caracas. Con el rediseño de las
rutas realizado y las mejoras introducidas han permitido subir la velocidad de
circulación de 10 kilómetros por hora a veinte kilómetros por hora.
El rediseño general de
rutas aún cuando puede ser difícil de poner en práctica tiene un beneficio
potencial considerable. Esta es una tarea que debiera ser prioritaria para las
autoridades bogotanas. En lugar de dedicarse a tomar medidas improvisadas y
arbitrarias como el contraflujo que beneficia a unos pocos en perjuicio de la
inmensa mayoría o de cambiar las placas de los carros que solo beneficia al
Fisco Distrital y a la cadena de intermediarios que explotan a los propietarios
de los vehículos el Distrito debería tomar en serio su responsabilidad de
manejar el problema del tráfico. El seguir echándole la culpa del problema del
caótico tráfico bogotano a la indisciplina de los bogotanos o al hecho de que
los propietarios matriculen sus carros por fuera del Distrito, tal como lo
manifestó el Secretario de Tránsito y Transportes del Distrito es una actitud
irresponsable que la ciudadanía no debería tolerar más.
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