Las metas sectoriales del plan de empleo no sólo son poco creíbles a la luz de la historia reciente sino que además resultan indeseables desde el punto de vista de una estrategia de desarrollo
En la semana anterior se dio a conocer el plan de empleo de la Administración Samper. Dentro de una serie de generalidades más apropiadas para un discurso de campaña que para un programa de gobierno se le anuncia al país las intenciones del gobierno relacionadas con la generación de empleo. Extraña que el plan prioritario del gobierno tenga después de nueve meses una estructura tan débil. Las estrategias y programas de empleo siguen siendo enunciadas a un nivel demasiado agregado. El esfuerzo de desagregar las cifras de generación de empleo al nivel sectorial no ha resultado útil pues las cifras anotadas en el plan de empleo no parecen creíbles ni mucho menos deseables.
Para ilustrar la credibilidad de las cifras podríamos mirar las correspondientes a los sectores industrial y agropecuario. Las cifras sobre empleo industrial muestran que el sector ha generado muy pocos empleos en los últimos años. El número de empleos en la industria se ha mantenido desde 1978 en alrededor de quinientos mil. Más aún, la crisis del sector ocasionada por la revaluación a una reducción del empleo en más del 10 por ciento llegando a un mínimo de 440 mil empleos en 1985. Fueron necesarios casi diez años para lograr recuperar el nivel de quinientos mil empleos logrado al final del Mandato Claro. Pensar generar doscientos mil empleos en los próximos tres años y tres meses parece, a la luz de la experiencia colombiana, una tarea bastante difícil de cumplir.
El análisis de las pocas cifras sobre empleo rural muestra que durante los últimos años el número de personas trabajando en el campo se ha mantenido constante. Las cifras censales disponibles muestran que el número de personas viviendo en el campo se ha mantenido constante, alrededor de los nueve millones, en los últimos años, lo que confirma la estabilidad tanto del empleo como de la población en el campo. Generar doscientos veinte mil empleos agropecuarios cuando lo más probable es que el número de habitantes de nuestros campos se vea reducido en el futuro es bastante improbable.
Las metas sectoriales analizadas anteriormente no solo son poco creíbles a la luz de la historia reciente sino que además resultan indeseables desde el punto de vista de una estrategia de desarrollo. El desarrollo colombiano tiene que basarse en una transformación hacia estructuras modernas. Tal como nos lo enseñó el profesor Currie, la participación sectorial del empleo en el sector agrícola debe disminuir drásticamente si queremos de verdad tener una economía eficiente. Un país moderno no puede mantener más de la cuarta parte de su fuerza de trabajo en el campo. La productividad del campo debe aumentar de tal manera que con menos del cinco por ciento del empleo en el campo se pueda no sólo alimentar a la población sino que además se puedan generar mediante las exportaciones agropecuarias las divisas necesarias que aseguren un rápido crecimiento.
La nueva competencia en el ámbito mundial en el sector industrial tiene que estar basada en una mayor productividad. Los países que han logrado adaptarse al nuevo esquema competitivo han experimentado una reducción absoluta en el número de los trabajadores del sector industrial. Procesos como la reingeniería requieren de cambios radicales que llevan a una mayor producción con un menor número de empleos. El reto para la industria colombiana en el futuro cercano será aumentar considerablemente las exportaciones industriales con una fuerza de trabajo inferior a la existente actualmente.
Si las metas sectoriales de empleo no resisten el más mínimo análisis de consistencia y deseabilidad, las políticas enunciadas para alcanzar las metas si que son contrarias a la más elemental lógica económica. El querer aumentar el empleo mediante la creación de un subsidio de desempleo es, sin lugar a dudas, la manifestación más grave de populismo salvaje. La reciente experiencia europea ha mostrado que los grandes problemas en el mercado laboral se originan, en buena parte, en los elevados niveles de pagos a los desempleados. Las distorsiones creadas por los subsidies al desempleo son de tal naturaleza que buena parte de la fuerza de trabajo encuentra más rentable seguir de desempleado que trabajar pues sus ingresos después de impuestos son mayores si no trabaja que si trabaja.
La triste conclusión de lo anterior es que si el equipo económico de Samper ha perdido el año y que su plan de empleo deja mucho que desear. La poca credibilidad en tan importante materia sin lugar a dudas va a tener efectos negativos en el proyecto de reforma tributaria. Nadie podrá entender para qué se está buscando aumentar los recursos cuando los programas prioritarios están tan pobremente definidos.
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