lunes, 28 de agosto de 1995

Bill Gates sabe más de economía que el Profesor Samuelson

Las razones del éxito de Bill Gates deben indicarnos en donde están las fallas de la argumentación de tan ilustres profesores que han pregonado durante tanto tiempo el argumento de las fallas del mercado como justificación de la intervención del Estado.

El lanzamiento mundial de Windows 95 el nuevo sistema operativo de la compañía Microsoft debería ser motivo de reflexión para los grandes teóricos de la economía que a través de sus enseñanzas han moldeado buena parte de las políticas económicas que nos han guiado en épocas pretéritas.  En efecto, la intervención del Estado en la actividad productiva ha venido siendo justificada con el argumento de la existencia de fallas del mercado.  Dentro de esta teoría la presencia del Estado se justifica, entre otros casos, en la provisión de los llamados bienes públicos.  Estos bienes públicos, se caracterizan por el hecho de que su consumo por parte de un individuo no impide que sean consumidos por otras personas.

Los profesores de microeconomía y los libros de texto ilustran este concepto de los bienes públicos con una serie de ejemplos entre los que se encuentran la iluminación de un faro, las señales de televisión y la información.  Los estudiantes aceptan sin mucha discusión que este tipo de bienes no pueden ser producidos a través del mercado y que por lo tanto seria conveniente crear el Ministerio de los Faros, de la Televisión y el de la información que produzca en abundantes cantidades y a costos mínimos lo que el mercado no puede hacer.

El gran consenso sobre la existencia de fallas de mercado que justifica la presencia del Estado es cuestionado en ocasiones por exponentes de la Escuela de Chicago como el Profesor Ronald Coase ganador del premio Nobel de economía quien descubre evidencia histórica de una presencia importante del sector privado en la provisión de servicios de iluminación por faros en Inglaterra.  La necesidad de la intervención del Estado en la provisión de señales de televisión no requiere de una amplia investigación histórica.  Basta comparar las diferencias entre la calidad y cantidad de señales de los sistemas estatales de televisión con la calidad y calidad de los sistemas de televisión para darse cuenta de la superioridad del sector privado.  La fortuna y el éxito alcanzado por los magnates de la televisión por cable a escala mundial contradicen las enseñanzas de los profesores que quieren convencer a sus alumnos de que la existencia de bienes públicos justifica la intervención del estado.

El éxito logrado por Ted Turner que descubrió que uno de los negocios más atractivos de los últimos tiempos era entrar a mercadear agresivamente la provisión de señales de televisión es mínimo cuando se compara con lo logrado por Bill Gates.  Este visionario de los sistemas ha logrado acumular la mayor fortuna del planeta con la producción y distribución de programas de computador que pueden considerarse como un ejemplo más de los bienes públicos.

No nos debe quedar duda alguna que Bill Gates ha logrado demostrar una vez más con el lanzamiento de su nuevo sistema operacional que los ejemplos mencionados en clase para justificar la intervención del Estado en la economía deberían ser utilizados, más bien, para justificar la privatización de muchas actividades productivas.  Parece mucho más razonable concluir que muchas de las fallas del mercado son apenas una posibilidad teórica y que el sector privado puede tener éxito aún en sectores en los que el Estado puede tener un papel de primera línea.

Las razones del éxito de Bill Gates deben indicamos en donde están las fallas de la argumentación de tan ilustres profesores que han pregonado durante tanto tiempo el argumento de las fallas del mercado como justificación de la intervención del Estado.  Sin lugar a dudas, el elemento clave en el éxito de Microsoft ha sido la existencia de las leyes que protegen la propiedad intelectual.  Si no existieran estas leyes y si Microsoft no hubiera invertido cuantiosas sumas en asesoría legal, el precio de los sistemas operacionales hubiera llegado a ser igual a su costo de reproducción y todas las empresas productoras de software no hubieran podido generar los excedentes necesarios para mantener un activo programa de investigación y desarrollo.



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