Cada
vez que se desacelera la economía colombiana los analistas económicos comienzan
a hablar de recesión. Por su parte, los funcionarios del gobierno niegan que se
esté dando un fenómeno recesivo pues el crecimiento de la economía aunque lento
continúa siendo positivo. Esta pelea que se podría solucionar en la medida en
que en Colombia se adopte oficialmente una definición explícita sobre el
significado preciso del concepto de recesión, mantiene ocupada a los
comentaristas y al gobierno en una discusión a todas luces estéril.
Las
últimas cifras presentadas por Planeación Nacional no dejan duda sobre las
dificultades a las que se está enfrentando la economía colombiana. Una caída de
más del uno por ciento en el primer trimestre unida a una leve disminución en
el último trimestre del 96 es en verdad preocupante pues las cifras oficiales
del DNP, que por lo general tienden a ser un poco más altas que las reales,
muestran que Colombia está pasando por uno de los peores momentos en los
últimos quince años.
Una
disminución del producto en un dos por ciento unida a un crecimiento de la
población del dos por ciento por año está mostrando una reducción en el
producto por habitante del 4 por ciento por año. Un crecimiento del desempleo y
una reducción del ingreso per cápita de ninguna manera pueden llegar a
compensar los beneficios ganados con una disminución de la inflación.
La
grave situación social requiere de una rápida solución que debe basarse en un
diagnóstico acertado de las causas de la recesión y en una clara identificación
de las mejores medidas encaminadas a reactivar la economía colombiana. Lo
primero que debe quedar claro es que gran parte de los problemas se han
originado en un manejo equivocado de la economía que ha tenido como
consecuencia una revaluación de la tasa de cambio. En estos instantes, el gran
problema de la economía colombiana es la falta de competitividad de los
sectores productivos.
Colombia
ha perdido competitividad en buena parte de los sectores en los que se supone
tiene ventaja comparativa. Al igual que en 1982, resulta indudablemente
vestirse con artículos producidos en el exterior. Los vestidos colombianos
tienen precios muchísimo más altos que los producidos en las economías
avanzadas. Los servicios personales han subido tanto de precio que hoy en día
los profesionales están aprovechando su tiempo libre para, con ayuda de equipos
importados, hacer las reparaciones locativas. El boom de los sectores basados
en recursos naturales, especialmente petróleo y café, están acabando con los
otros sectores productivos. La temida enfermedad holandesa está arrasando con
el aparato productivo colombiano.
Los
efectos negativos de la enfermedad holandesa se hubieran podido evitar con un
manejo adecuado de la economía. Los problemas se han originado en un exceso de
gasto y en una falta de ahorro tanto público como privado. No solo nos hemos
comenzado a gastar el ingreso futuro sino que hemos entrado en una orgía de
endeudamiento que ha agravado la situación del país.
La
solución de los problemas actuales no se puede encontrar en la receta apropiada
para una economía cerrada. El aumento del gasto público o la reducción de
impuestos que en los libros de texto aparece como la receta adecuada para
estimular una economía en recesión resulta totalmente inadecuada cuando la
crisis ha venido acompañada por un deterioro grave del sector externo. Como se
muestra en los nuevos libros de texto en los que se exploran los modelos de
economía abierta, el aumento del gasto público si bien lleva a una mejora en el
llamado equilibrio interno tiene como consecuencia un deterioro del equilibrio
externo, pues el incremento en el ingreso tiene como consecuencia un aumento en
las importaciones y por lo tanto un deterioro de la balanza de pagos.
Tal
como se demostró durante la gestión de Roberto Junguito como Ministro de
Hacienda, la solución lógica en estos casos es mejorar la competitividad
externa mediante una devaluación real acompañada de un fuerte ajuste fiscal.
Diferir el ajuste de la economía lo único que hace es aumentar el costo que
tiene que pagar el país para llegar a una situación de equilibrio tanto interno
como externo. Las autoridades económicas deben reconocer sus equivocaciones y
adoptar las penosas medidas de ajuste. La receta keynesiana de aumentar el
gasto lo único que va a hacer es precipitar y agravar la crisis del sector
productivo.
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