jueves, 5 de junio de 1997

Llegó la recesión holandesa

Cada vez que se desacelera la economía colombiana los analistas económicos comienzan a hablar de recesión. Por su parte, los funcionarios del gobierno niegan que se esté dando un fenómeno recesivo pues el crecimiento de la economía aunque lento continúa siendo positivo. Esta pelea que se podría solucionar en la medida en que en Colombia se adopte oficialmente una definición explícita sobre el significado preciso del concepto de recesión, mantiene ocupada a los comentaristas y al gobierno en una discusión a todas luces estéril.

Las últimas cifras presentadas por Planeación Nacional no dejan duda sobre las dificultades a las que se está enfrentando la economía colombiana. Una caída de más del uno por ciento en el primer trimestre unida a una leve disminución en el último trimestre del 96 es en verdad preocupante pues las cifras oficiales del DNP, que por lo general tienden a ser un poco más altas que las reales, muestran que Colombia está pasando por uno de los peores momentos en los últimos quince años.

Una disminución del producto en un dos por ciento unida a un crecimiento de la población del dos por ciento por año está mostrando una reducción en el producto por habitante del 4 por ciento por año. Un crecimiento del desempleo y una reducción del ingreso per cápita de ninguna manera pueden llegar a compensar los beneficios ganados con una disminución de la inflación.

La grave situación social requiere de una rápida solución que debe basarse en un diagnóstico acertado de las causas de la recesión y en una clara identificación de las mejores medidas encaminadas a reactivar la economía colombiana. Lo primero que debe quedar claro es que gran parte de los problemas se han originado en un manejo equivocado de la economía que ha tenido como consecuencia una revaluación de la tasa de cambio. En estos instantes, el gran problema de la economía colombiana es la falta de competitividad de los sectores productivos.

Colombia ha perdido competitividad en buena parte de los sectores en los que se supone tiene ventaja comparativa. Al igual que en 1982, resulta indudablemente vestirse con artículos producidos en el exterior. Los vestidos colombianos tienen precios muchísimo más altos que los producidos en las economías avanzadas. Los servicios personales han subido tanto de precio que hoy en día los profesionales están aprovechando su tiempo libre para, con ayuda de equipos importados, hacer las reparaciones locativas. El boom de los sectores basados en recursos naturales, especialmente petróleo y café, están acabando con los otros sectores productivos. La temida enfermedad holandesa está arrasando con el aparato productivo colombiano.

Los efectos negativos de la enfermedad holandesa se hubieran podido evitar con un manejo adecuado de la economía. Los problemas se han originado en un exceso de gasto y en una falta de ahorro tanto público como privado. No solo nos hemos comenzado a gastar el ingreso futuro sino que hemos entrado en una orgía de endeudamiento que ha agravado la situación del país.

La solución de los problemas actuales no se puede encontrar en la receta apropiada para una economía cerrada. El aumento del gasto público o la reducción de impuestos que en los libros de texto aparece como la receta adecuada para estimular una economía en recesión resulta totalmente inadecuada cuando la crisis ha venido acompañada por un deterioro grave del sector externo. Como se muestra en los nuevos libros de texto en los que se exploran los modelos de economía abierta, el aumento del gasto público si bien lleva a una mejora en el llamado equilibrio interno tiene como consecuencia un deterioro del equilibrio externo, pues el incremento en el ingreso tiene como consecuencia un aumento en las importaciones y por lo tanto un deterioro de la balanza de pagos.

Tal como se demostró durante la gestión de Roberto Junguito como Ministro de Hacienda, la solución lógica en estos casos es mejorar la competitividad externa mediante una devaluación real acompañada de un fuerte ajuste fiscal. Diferir el ajuste de la economía lo único que hace es aumentar el costo que tiene que pagar el país para llegar a una situación de equilibrio tanto interno como externo. Las autoridades económicas deben reconocer sus equivocaciones y adoptar las penosas medidas de ajuste. La receta keynesiana de aumentar el gasto lo único que va a hacer es precipitar y agravar la crisis del sector productivo.


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