Los ministros del equipo económico continúan pisándose las mangueras.
El representante de El Tiempo en el gobierno continua opinando acerca de los
asuntos cafeteros.
Los primeros resultados en el campo económico no auguran un buen año.
Si en la economía existieran las cabañuelas, las predicciones para todo el 92
no parecerían muy brillantes. Los encargados de la política no parecen haber
encontrado la medicina adecuada para aliviar las dolencias que aquejan a la
economía colombiana. La política monetaria, cambiaria y fiscal siguen siendo
manejadas sin una clara orientación y sin producir los resultados esperados.
Las autoridades monetarias no han encontrado la manera de cumplir con
unas metas de crecimiento del dinero. Los medios de pago siguen descontrolados.
Las medidas tomadas no han logrado disminuir el crecimiento de la base
monetaria. Las autoridades parecen, al igual que un amigo mío, haber tomado la
decisión de seguir siendo indecisos. No saben todavía si es importante o no
controlar los medios de pago. Como consecuencia de la falta de control las
presiones inflacionarias se mantienen vivas.
En efecto, el costo de vida arrancó con patada de antioqueño en
1992. El 3.5 por ciento del 92 superó
con creces los resultados de los últimos años.
La política cambiaria sigue siendo utilizada como un elemento de
control monetario. La Junta Directiva
del Banco de la República, ha continuado revaluando el peso para controlar el
crecimiento de la base monetaria aún a costa de la competitividad externa. Las
negras perspectivas externas del café, el petróleo y el carbón, se unen a un
sombrío panorama de las importaciones no tradicionales y, a una economía americana en recesión para
augurar un mal año a las exportaciones.
La política fiscal sigue en el limbo. La tan mentada reforma
tributaria espera que pasen las elecciones para que sea discutida en el
Congreso. En consecuencia, el déficit fiscal se mantiene en niveles
incompatibles con el equilibrio macroeconómico. Los huecos negros (Fondo
Nacional del Café, Sector Eléctrico, ISS, Colpuertos, Metro de Medellín) donde
desaparecen todos los fondos del gobierno siguen tan profundos como los de las
calles santafereñas.
Las batallas económicas se están perdiendo porque parece que en el
gobierno hay muchos caciques y pocos indios. Poner de acuerdo a seis
economistas y un abogado en la Junta Directiva del Banco de la República, se ha
mostrado bastante difícil. En temas tan importantes como, si se debía o no
controlar las tasas de interés se presentaron importantes divergencias. La
falta de estudios por parte de los funcionarios del Banco Central contribuye a
dilatar las discusiones, e impide llegar a una pronta solución. Como si no
fuera suficiente contar con seis opiniones, el Gobierno ha traído a destacados
asesores que con sus densos documentos han contribuido a aumentar la entropía
económica.
Los ministros del equipo económico continúan pisándose las mangueras.
El representante de El Tiempo en el gobierno continua opinando acerca de los
asuntos cafeteros. En la radio sostiene que el precio interno del café debe
bajar antes de que sus colegas de Hacienda y Agricultura hayan tomado la
decisión. Como si no tuviera suficiente trabajo con presidir la UNCTAD y fijar
la política cafetera, el Doctor Santos decide también fijar las políticas de
ensamble del país. Si se quiere que haya futuro en el frente económico, el
Presidente Gaviria debería comenzar a buscar una embajada a los ministros que
están impidiendo una marcha armoniosa del equipo económico.
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