Uno de los eventos
económicos más importantes ocurrió al amanecer del viernes 20 de octubre. A las
dos y cuarenta y cinco de la madrugada el Gobierno llegó a un acuerdo con los
cafeteros sobre el precio interno del grano. El nuevo precio por carga de 125
kilos quedó en 67.000 pesos. Como contraprestación al reajuste del precio
interno, los cafeteros se comprometieron a recortar gastos del Fondo Nacional
del Café por cuarenta mil millones de pesos.
Si para los cafeteros
colombianos puede parecer una "chichigua" para los de otras
latitudes, por el contrario, les parecería el mejor regalo de navidad. En
efecto, no deja de sorprender el acuerdo recién logrado por el gremio cafetero
colombiano, cuando en otros países se está reajustando el precio interno hacia
abajo, como respuesta a la peor crisis del gremio en toda su historia,
comparable tan solo a lo vivido en los años treinta.
Para el "hombre de
la calle", personaje mítico mencionado con frecuencia por el Profesor
Currie, es poco claro el efecto del aumento sobre la economía. Las cifras
multimillonarias mencionadas en las noticias escapan completamente a su
entendimiento y le es difícil captar el verdadero significado de un aumento de
ingresos de 12 mil millones de pesos. Sin embargo, cuando se dividen estas
cifras por 300.000 familias cafeteras las implicaciones comienzan a ser más
comprensibles. Si los 12 mil millones se dividieran equitativamente entre todas
las familias cafeteras cada una recibiría 40 mil pesos adicionales. Podría
decirse entonces que, en promedio, el veinte de octubre cada familia cafetera
amaneció con cuarenta mil pesos más. Claro está que el promedio estadístico
puede ocultar situaciones muy disímiles. Tan sólo recordemos la anécdota del
pobre que no comió nada y del rico que comió un pollo, pero que en promedio
comieron medio pollo.
Ahora bien, una
pregunta que no se hace el hombre de la calle, pero que sí debe hacerse el
economista, quien por regla general cree que no hay refrigerios gratuitos, es:
a quién le toca pagar la cuenta? La respuesta parece ser muy sencilla. El Fondo
Nacional del Café paga la cuenta. Sin embargo, la realidad es que el Fondo
Nacional del Café no es una persona de carne y hueso sino que es una chequera
con un gran saldo bancario que se nutre de impuestos cafeteros y cuyos cheques
circulan únicamente en la zona cafetera.
La conclusión obvia de
este enunciado es que quienes pagan la cuenta, al menos en el corto plazo, son
los mismos cafeteros. En la medida en que se pague más en efectivo por el café
quedarán menos recursos para gastar en otras cosas. Obviamente, las obras de
caridad financiadas por los cafeteros también sufrirán, porque este tipo de
gastos es el primero que se elimina en épocas de austeridad.
Como se mencionó
anteriormente, el compromiso de los cafeteros es reducir los gastos en cuarenta
mil millones de pesos. Entre los posibles damnificados de esta medida se
encuentran los mismos cafeteros con mayores costos en fertilizantes, los
inveterados bebedores de café que tendrán que pagar más por su
"tinto", y mis colegas y los de mi famoso homónimo que tendrán que
buscar nuevos patrocinadores probablemente recibiendo sueldos más bajos.
En el largo plazo, el
impacto del reajuste cafetero afecta a toda la economía pues en la medida en
que el Fondo Nacional del Café entre en sobregiro alguien tiene que pagar los
cheques. El Banco de la República tendrá que hacer préstamos al Fondo Nacional
del Café para respaldar los compromisos adquiridos causando graves problemas en
el manejo monetario.
Para el economista es
también importante indagar sobre los efectos buenos o malos de la medida. La
primera lección sobre la oferta enseña que ésta depende del precio y que entre
mayor sea el precio mayor será la producción. Con relación al reciente acuerdo,
obviamente, el mayor precio debería inducir una oferta adicional. Esta oferta
adicional en el caso colombiano probablemente tendrá mayores costos y muy pocos
beneficios.
El efecto cuantitativo
del aumento del precio interno, fue objeto de discusión durante el proceso de
concertación. Por primera vez, las noticias mencionaron los resultados que
generaría en la producción futura. Estos estimativos se obtuvieron utilizando
modelos desarrollados por conocidos investigadores colombianos. Según estos
modelos, la variación en los precios tendría efectos mínimos en la cantidad
producida, es decir, prácticamente no habría consecuencias negativas por la
fijación de un precio por encima del requerido para lograr un balance entre
oferta y demanda.
Una causa importante de
la similitud de resultados se debe al proceso de formación de expectativas. Por
lo general el precio esperado en estos modelos es un promedio ponderado de los
observados en el pasado reciente. Indudablemente, este proceso retrospectivo de
fijación de precios es inadecuado cuando no funciona el Pacto Cafetero. Los
cafeteros saben muy bien que el precio externo, en ausencia del Pacto, es más
bajo, y además que las perspectivas futuras del precio son muy inciertas. Por consiguiente, las previsiones de precio
interno cuando el precio externo es muy bajo dependen más de los resultados de
la negociación entre gremio y gobierno, que del pasado. Si los resultados de la
negociación muestran una posición fuerte del gobierno, tal como la ocurrida en
otros países, tanto los precios internos esperados como las inversiones en
mejora de productividad y en utilización de fertilizantes se ajustan muy rápido
a las nuevas condiciones de precios. Si por el contrario, el gobierno muestra
una posición complaciente, el ajuste toma mucho más tiempo. Según parece, los
modelos existentes no han incorporado aún la formación de expectativas
racionales; a Colombia los desarrollos teóricos llegan con retraso.
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