Juan Manuel Santos va a intentar
en su segundo período aprobar una de las materias en la que se rajó. No logró
la aprobación de la reforma de la educación superior y le tocó ponerle la cara
a la dura realidad de que el país quedó en el último lugar en las pruebas Pisa.
La reacción instintiva de los políticos ante los problemas es buscar más
recursos para seguir haciendo más de lo mismo. Si tenemos problemas de
infraestructura de transporte pensamos que lo que se debe hacer es buscar
recursos para invertir un 3 por ciento del PIB tal como lo hacen los países más
avanzados en ese campo.
Para solucionar los problemas de
la educación, el gobierno comienza a hacer las cuentas de la lechera pensando
que todos los problemas se solucionan cuando el presupuesto en educación supere
al presupuesto en defensa. Las promesas de un aumento en el presupuesto se
convierten en pliegos de peticiones de los autores interesados. Tal como lo
muestra el aviso publicado por Fecode en la página cuarta de la edición de este
domingo 17 de agosto en el diario El Tiempo,
el sindicato de maestros manifiesta “Respaldamos y exigiremos el incremento del
porcentaje del PIB para educación en el
7,5%”.
Las soluciones simplistas de
aumentar los recursos no siempre permiten alcanzar los resultados buscados. La
revuelta de los estudiantes universitarios contra la reforma universitaria
propuesta por Santos en su primer gobierno en buena parte se debió a que los
estudiantes perciben que su inversión en educación no está mejorando sus
ingresos futuros y que no es justificable pagar más por algo que no está
produciendo el efecto deseado.
Surge entonces una serie de
interrogantes sobre la educación universitaria. ¿Ha disminuido la rentabilidad privada de la
educación en Colombia en los últimos años? ¿cuáles son sus causas? y ¿cuáles
son las soluciones? . Para los afortunados que terminaron sus carreras a
comienzos de los sesentas la respuesta es clara la rentabilidad obtenida por su
educación supera con creces a la rentabilidad que se puede obtener hoy en día.
Las diferencias en la
rentabilidad se explican en buena parte por un aumento considerable en los
costos y por una disminución en los retornos de la educación. Anteriormente, los
mejores alumnos de los colegios privados más afamados tenían como primera
opción la Universidad Nacional. Las nuevas generaciones, por regla general, no tienen
como primera opción la universidad pública.
La matrícula de los buenos estudiantes por semestre era de un dólar y
hoy en día es de cinco mil dólares.
Por otra parte los retornos por
obtener un grado medidos por la relación entre un profesional y un bachiller
han descendido en términos dramáticos.
Pero más grave aún las generaciones anteriores nunca experimentaron las
angustias que acompañan al desempleo mientras que las actuales siguen esperando
a que pongan en efecto la ley del primer empleo para poder ver con tranquilidad
su entrada al mercado laboral profesional.
A los que mas mal les ha ido en
estos últimos años es a los egresados de la universidad pública y en particular
a los de la Universidad Nacional. Su influencia medida por el número de
egresados en el gabinete ministerial ha venido disminuyendo. De los dieciséis ministros que ha nombrado
Santos para su segundo período no hay un egresado de la Universidad Nacional ni
de la universidad pública. Hay seis ministros egresados de la Javeriana, cinco
de los Andes, dos del Externado, uno del Rosario, uno de la Escuela de Ingeniería
de Antioquia y uno de la Universidad Cooperativa. En el primer período de Santos no hubo una
gran presencia de egresados de la universidad pública. En el llamado equipo de
ensueño que inició con Santos la Universidad Nacional tuvo dos representantes
Carlos Rodado graduado en 1966 en la sede de Bogotá y Germán Cardona de la sede
de Manizales egresado en 1978. Pareciera, entonces, que otra de las víctimas invisibles del conflicto
armado hubiera sido la Universidad Nacional en la que estudié y enseñé.
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