lunes, 9 de mayo de 1994

De la devaluación y otros demonios

Los programas de ajuste externo no solo fallan por los aumentos generalizados de salarios sino también por la falta de un ajuste fiscal serio.

La devaluación es el tema de moda. A nivel mundial se habla de la devaluación del dólar con relación a otras monedas. En Venezuela se habla de la devaluación del Bolívar. En Colombia el tema de la tasa de cambio real mantiene su vigencia.

Las opiniones en todas partes se mantienen divididas. Para unos, la devaluación puede llegar a ser la causa de innumerables problemas. Para otros, la devaluación es la solución adecuada para lograr el tan anhelado crecimiento.

Ante la importancia del tema y la divergencia de opiniones es necesario hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, es conveniente distinguir entre los cambios en la cotización de la divisa o devaluación nominal y la competitividad de un país frente a otros. Es claro que los productores de un país logran una ventaja frente a los de otros países cuando se devalúa si sus precios en moneda local no cambian. Por ejemplo, los productos venezolanos se vuelven más competitivos si el bolívar se devalúa frente al peso siempre y cuando los precios de los artículos venezolanos se mantienen constantes. Por el contrario, la devaluación del Bolívar no aumenta la competitividad de la economía si el precio de los artículos venezolanos suben en la misma proporción en que se devaluó el Bolívar.

Por tanto, el efecto final de una devaluación depende en buena parte del comportamiento que tengan los precios en los países que realizan la devaluación nominal. Si los precios suben al mismo ritmo de la devaluación el efecto final es mínimo. Si los precios se logran controlar, la devaluación tiene efectos en el sector externo.

La experiencia ha mostrado que son muy pocas las devaluaciones que logran mejorar la competitividad de los países que cambian la paridad de sus monedas. La mayoría de ellos no aceptan las desventajas políticas que en el corto plazo acompañan las devaluaciones reales de la tasa de cambio. Cuando el poder adquisitivo de los salarios medidos en términos de dólares comienzan a bajar apelan a aumentos generalizados de salarios para devolverles su poder de compra, sin recordar que la razón inicial de devaluar era precisamente esa: lograr unos costos laborales menores que los vigentes en el exterior que les permitiera exportar más e importar menos.

Los programas de ajuste externo no solo fallan por los aumentos generalizados de salarios sino también por la falta de un ajuste fiscal serio. Para que la devaluación no se traduzca en un aumento generalizado de precios se requiere controlar el nivel de la demanda agregada pues si no el incremento en la demanda de bienes transables se transmite al de los bienes no transables con un consecuente incremento general en el nivel de precios y una aceleración de la inflación.

Se puede decir, entonces, que el éxito de todas las devaluaciones no está asegurado y que depende en buena parte de las políticas de manejo de demanda que se adopten. Si la disciplina fiscal es estricta, la devaluación aumenta la competitividad de la economía y el sector externo recobra su equilibrio. Por el contrario si no hay un ajuste fiscal importante la devaluación nominal se traduce en un aumento de los precios locales a la par con la devaluación de la moneda, situación que se conoce bajo el nombre de dolarización.


La conclusión de este tedioso análisis es que por el momento, la devaluación en Venezuela puede terminar en un aumento rápido de precios mientras que la abortada devaluación del peso hubiera podido llegar a ser un alivio para los exportadores sin haber incrementado la tasa de inflación colombiana. 

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