El once de agosto de 2014, cuando hice
mi debut como periodista electrónico, escribí la primera entrada de mi Blog que
titulé Santos
II: Cuatro años, tres palabras. En esa publicación hice referencia
a la idea principal del discurso de posesión del reelecto presidente. El siete
de agosto de 2014 Juan Manuel Santos dijo: “A Colombia en paz, con equidad y
educada, no la frena nadie.”
En ese momento analicé uno de los
principales argumentos económicos de los partidarios del proceso de paz, eje de
la campaña reeleccionista Santos 2014. Ana María Ibáñez, en esa época, decana
de economía de la Universidad de los Andes lo sintetizaba así: “Un estudio de Edgar Villa, Manuel Moscoso y Jorge Restrepo muestra que hoy debido al conflicto el
PIB departamental en Colombia demora 18.5 años en duplicarse. Sin el conflicto,
demoraría en duplicarse 8.5 años, es decir nos ahorraríamos 10 años (una
generación)”[1].
Aplicando la famosa regla del 70,
el enunciado anterior se leería entonces de la siguiente manera, En el 2014,
debido a la amenaza de las FARC, la economía estaba creciendo a una tasa anual
de 3,78%. Sin esta amenaza, se crecería a una tasa anual del 8,23%. En resumen,
la firma de la paz aumentaría el crecimiento de la economía colombiana en 4,45
puntos porcentuales.
Algunas personas, no tan
optimistas como los académicos que citaba la ex-decana de la Universidad de Los
Andes, afirmaban en entrevistas a los medios de comunicación que con la firma
del proceso de paz la economía colombiana iba a crecer dos puntos adicionales
por año. Este es el caso de Mauricio Rodríguez Múnera, ex embajador de Colombia
ante el Reino Unido, que el 24 de mayo cuándo le concedió una entrevista a
Vanguardia Liberal dijo: “Pero con paz, toda la sociedad ganaría porqué la
economía crecerá dos puntos porcentuales adicionales por año en el Producto
Interno Bruto, PIB, que se traduce en más empleo y generaría más ingresos
tributarios, que podrían invertirse en prioridades sociales”[2].
En la entrada que escribí hace 1.458
días y después de analizar la posibilidad de que se acelerará el crecimiento
económico del país, llegué a la siguiente conclusión “los beneficios de la paz
van a ser muy pocos durante el segundo gobierno de Juan Manuel Santos”. Las
cifras del crecimiento económico al terminar el segundo período de Juan Manuel
Santos así lo confirman. Mi predicción de que firmar la paz con las FARC no era
una elección racional con sólidos argumentos económicos era cierta y hoy en día
Colombia está pagando las consecuencias. En lugar de los 18,5 años necesarios
para duplicar el PIB en 2014, ahora se necesitan 39 años para poder lograr este
importante propósito pues la economía colombiana pasó de crecer al 3,8% a tan solo
1,8%.
Firmar el acuerdo con las Farc no
trajo la bonanza tan anunciada en la campaña de reelección de Juan Manuel
Santos[3]
y por lo tanto el éxito de las políticas económicas del período 2014-2018 se
encuentran en entredicho. Evaluar este período será una tarea pendiente de
algún historiador económico curioso que quiera hacer un análisis de los
beneficios y costos de las decisiones tomadas y sus consecuencias durante 8
años de gobierno de Juan Manuel Santos.
El balance realizado por los
medios de comunicación en estos últimos días del ciclo de 8 años que se inició
el 7 de agosto de 2010, no resulta apropiado por dos razones. La primera, la
credibilidad de los medios tradicionales está hoy en un nivel muy bajo en parte
por la fuerte dosis de mermelada repartida en los dos períodos del gobierno
Santos que les resto credibilidad ante la opinión pública. La segunda, tiene
que ver con la naturaleza del análisis que implica un buen conocimiento de las
técnicas de medición económica que facilite claramente entender de manera sencilla
todo lo que ocurrió en la economía durante los últimos dos períodos
presidenciales.
Por ejemplo, Portafolio en un
artículo titulado “Balance del gobierno Santos: las cifras tienen la palabra”[4]
publicado el 2 de agosto de este año, toma 15 indicadores macroeconómicos que
publica el Dane y el Banco de la Republica (entre otras entidades) y sostiene:
“La fotografía a los números busca que sean nuestros lectores los que hagan el
análisis, las comparaciones y saquen sus propias conclusiones acerca del
balance del Presidente número 59 de la República.”
Consideró que, para el colombiano
promedio, aquel que al final del día es el que disfruta o sufre los aciertos y
desaciertos en la toma de decisiones de las políticas económicas del gobierno,
leer que unas cifras suben y otras bajan sin ningún tipo de contexto a su
realidad es inoficioso y no refleja el estado real de su situación económica.
Durante los últimos cuatro años,
desde que inicié este camino como periodista electrónico, me enfoqué
principalmente en analizar la coyuntura económica de Colombia desde el punto de
vista macroeconómico. Por eso traté temas como el crecimiento económico, la
devaluación, el transporte, la población, el sistema eléctrico colombiano, la
corrupción y el liderazgo entre otros que me parecieron interesantes comentar.
Si recordamos aquella identidad
económica que sostiene que el Producto Interno Bruto de un país, por el lado de
la demanda, es igual al Consumo más la Inversión más el Gasto Público más las Exportaciones
menos las Importaciones, si uno quiere hacer un análisis macroeconómico serio
debe enfocarse en estos cuatros aspectos principales de esta identidad.
Como hacer un análisis de estos
consume una cantidad de tiempo considerable y requiere un esfuerzo
significativo, me acuerdo que dure 8 años escribiendo y publicando “La
infraestructura de transporte en Colombia durante el siglo XX” con María
Teresa Ramírez y el Banco de la República, en una entrada de este blog no
lograría hacer una contextualización histórica de las políticas económicas del
gobierno de Juan Manuel Santos.
Por esa razón en esta ocasión me voy a enfocar en dos aspectos que en mi opinión son fundamentales para entender la situación actual de la mayoría de los colombianos, un breve análisis de la situación microeconómica. Esto lo hago para que tanto mis lectores como los futuros historiadores puedan entender mejor el contexto económico colombiano en agosto de 2018, que espero contribuyan a entender el estado en que se encuentra la economía colombiana.
Como en Colombia, el 100% de los
habitantes que viven en el país son consumidores de bienes y servicios y como
la mayoría de estos bienes y servicios que se demandan en el país se adquieren
con los ingresos laborales de la población económicamente activa, me voy a enfocar
por un lado en los consumidores y por otro en un segmento del mercado laboral
de este país que en mi opinión han marcado el período que va a concluir este 7 de
agosto de 2018.
El primero de ellos es el auge de
las alternativas de bajo costo. Me ha sorprendido que durante los últimos
cuatro años los consumidores colombianos desplazaron sus compras en los
supermercados tradicionales como Carulla, hacia las tiendas de bajo costo como
D1; y adicionalmente he sido testigo del simultáneo éxito de la cadena Tostao’
Café & Pan.
A diferencia de épocas anteriores en las que las charlas con mis amigos se centraban en las nuevas opciones que teníamos los consumidores colombianos, como por ejemplo cuando llegó Carrefour a Colombia en 1998, en las que uno encontraba una gran variedad de artículos de todas partes del mundo de una calidad superior a lo que uno estaba acostumbrado en los supermercados tradicionales. Además esta compañía ofrecía espacios amplios dónde se disfrutaba una mejor experiencia de compra muy diferente a lo que habitualmente se experimentaba al ir a las tiendas Éxito en la década de los noventa. Hoy en día no es extraño que en las charlas de amigos se hable de las ventajas de tener una sola variedad en las tiendas D1 y en la muy buena relación calidad-precio de esta única variedad disponible.
Lo que me parece aún más negativo
es que las personas están racionalizando que sustituir las compras en un
supermercado tradicional por una opción de bajo costo, donde las opciones de
compra están limitadas, es positivo y beneficioso para ellos. La realidad es
que el ingreso disponible de las personas no está alcanzando a mantener su
estilo de vida al que estaban acostumbrados y la gente está tratando de reducir
sus gastos recortando en lugares donde creen que no los afecta. Es muy común
escuchar “Yo compro en D1 todos los productos de aseo porque no necesito
comprar en Carulla una marca que es más cara y hace lo mismo”.
A un ritmo mucho más rápido se
han expandido las tiendas Tostao’ Café & Pan. Estas tiendas ofrecen una
alternativa a los productos que vende Oma y Juan Valdez a unos precios más bajos.
Estas tiendas, al igual que las D1 y similares, ofrecen menos opciones y
limitan los medios de pago.
Tostao ha abierto tiendas en
sitios para todos los estratos y su éxito es notable en sitios en donde existen
alternativas como las ya mencionadas Oma y Juan Valdez sino también las
internacionales como Starbucks, Lina´s y Eric Kayser.
El éxito de estos formatos
muestra, en mi opinión, una jugada empresarial muy interesante pues ha ofrecido
opciones que antes no estaban disponibles en el mercado que refleja la realidad
económica del país. Sin embargo, el éxito de estos modelos de negocio nos puede
estar alertando sobre la crítica situación de los consumidores y la salud de la
economía. Por ejemplo, Mitchel Voss en un artículo titulado “Retailing in Tough
Economic Times: The Impact of Recessionary Shocks on Discounters´ Success[5]”,
expone claramente cómo afecta los patrones de consumo en Estados Unidos las
recesiones económicas, lo que nos lleva a preguntar si los consumidores
colombianos están atravesando por una recesión.
Para finalizar este análisis, me
gustaría mencionar el segundo elemento que se debe tener en cuenta al evaluar
el éxito o fracaso de las políticas económicas de Juan Manuel Santos. Este es
el mercado laboral. En estos cuatro años este mercado se ha deteriorado
notablemente. Lo que uno observa en su actividad diaria es que la mayor
cantidad de empleos que se están generando en las ciudades son informales. Dos
casos que me han llamado la atención es uno al que llamó el fenómeno de “los
compradores ambulantes” y otro el de los “conductores asociados” de Uber y
Cabify.
En Bogotá, Rappi, Uber Eats y Domicilios.com
son compañías que prestan servicios de mensajería a los consumidores
colombianos a través de aplicaciones en el celular que le evitan a sus usuarios
hacer colas en los restaurantes haciendo pedidos a domicilio. Adicionalmente en
el caso de Rappi, la aplicación móvil les permite a las personas hacer mercado
en Carulla a través del celular y recibirlo en su domicilio y también le da la
opción de recibir efectivo con la modalidad de RappiCash. Al igual que su
contraparte de trabajo informal como lo son los vendedores ambulantes, estos “compradores
ambulantes” se han apropiado del espacio público frente a los supermercados y en
algunos de los restaurantes ubicados en las zonas especializadas en este tipo
de servicios en Bogotá. No es inusual leer en El Tiempo artículos donde la
ciudadanía o el editor en jefe se queja de las externalidades negativas que
aplicaciones tipo Rappi le generan a la ciudad[6].
El crecimiento de los rappitenderos
ha sido tan acelerado que esta compañía muy claramente ha excedido el uso
eficiente del recurso humano. Por cada pedido que se realice hay un número
plural de trabajadores dispuestos a hacer la entrega. La fracción de tiempo
realmente productivo entregando los pedidos es cada vez menor.
Por la manera como se utiliza
ineficientemente el recurso, es claro que el riesgo de demanda no lo está
asumiendo la empresa, sino que se le está transfiriendo al trabajador. Contrario
a los deseos del gobierno de crear empleos de calidad en el que se reconozcan
las prestaciones sociales y en el que el trabajador tenga seguridad social, los
creados por estas empresas son muy precarios. La pregunta clave sería si este negocio
es viable, teniendo en cuenta que hay más de 15.000 rappitenderos, con
trabajadores formales que gozaran de todas las prestaciones legales. Teniendo
en cuenta que para ser rappitendero o domiciliario el trabajador necesita
contar con un medio de transporte que en muchos casos es una moto, un celular
inteligente con plan de datos robusto que pueda manejar tanto la aplicación
como el programa de navegación para llegar a entregar los pedidos en menos de
30 minutos, los costos de esta actividad son mayores a un de empleado que
devengue el salario mínimo.
Más aún, con la inmigración venezolana la situación se ha deteriorado notablemente pues los recién llegados han encontrado en este tipo de trabajo una oportunidad de supervivencia y salvación.
Otro punto de entrada al nuevo
mercado informal es el de Uber y Cabify, en este caso ya no para las personas
que tienen una bicicleta o motocicleta, si no los que tienen un automóvil. Para
mi sorpresa muchos de los conductores han entrado al negocio en jornadas
parciales que les permite mejorar sus ingresos trabajando en horario adicional.
Hace poco me encontré con un señor que trabajaba independiente como publicista,
pero había entrado a Uber no por gusto sino porqué los ingresos de su profesión
le eran insuficientes. A diferencia del conductor de un taxi que ahora ha
comenzado a cotizar a la seguridad social, el conductor de Uber está por fuera
del sistema formal, no solo en cuanto a la regulación de la prestación del
servicio sino también a en cuanto a la ley laboral.
Y es que estás dos nuevas formas
de empleo informal se suman a las tradicionales que ya existen en Colombia. Los
vendedores ambulantes siguen invadiendo los andenes como forma de ganarse la
vida. Los bicitaxistas y mototaxistas en todas las ciudades y municipios de
Colombia tienen que recurrir a estos oficios porqué el país no ofrece empleos
de calidad. Además, los cobradores del paga diario en las distintas regiones
del país, en mucho caso jóvenes hijos de agricultores o personas humildes, que
saben que los salarios del campo nunca serán tan atractivos a los que ofrecen
esta actividad ilegal.[7]
¿Y nos preocupamos de que en
Colombia muy pocas personas se alcanzan a pensionar?
Del breve repaso de algunos
acontecimientos de los últimos cuatro años me queda claro que los grandes
beneficios de la paz no se han materializado y más bien la situación general es
más precaria a la que se encontraba el país hace 4 años. Los consumidores han
tenido que acudir a las tiendas de descuento y la gente común y corriente ha
tenido que buscar un empleo precario para poder subsistir. El panorama es
desalentador, ojalá esta situación se pueda revertir en un futuro próximo. Es
el reto que tiene nuestro próximo presidente, que en vez de recibir una
herencia está recibiendo una bomba de tiempo.
[7]
Para no alargar el tema de la informalidad no he tratado, el caso de los
cultivadores de coca ni la minería ilegal ni el negocio de las madames.
Don Alvaro, muy buen analisis.
ResponderEliminarYo siempre sustuve que los ahorros y beneficios de la paz con las Farc eran exagerados; recuerdo de un analisis que cuantificaba a 10 años ahorros de Col$289 billones, y paragrafos mas abajo de que se necesitaban impuestos por Col$300 billones para reparacion y consolidacion de la paz; es decir nos clavaron los impuestos y los beneficios no se vieron
Apreciado Mario, muchas gracias por lleer la entrada y por sus valiosos comentarios.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDon Alvaro, ha visitado alguna vez a Alemania u Holanda? La cadena de viveres más grande es Aldi, formato que inspiro a los D1 en Colombia. Si usted toma el hecho que en Alemania la educacion superior es gratis, viven en arriendo, compran en Aldi y no usan tarjeta de credito, seguramente la proxima vez que Ud. vea a un aleman, le dara limosna. Su analisis economico no es fundamental, sino de amateurs en cafeteria. Apostarle a la loteria del petroleo es una virtud que a veces premia tanto a los buenos y los malos gobernantes cuando los precios son favorables, pero cuando los precios son malos, desnuda la cruda realidad. Finalmente, una economia de mercado deberia estimular la competencia y ante la carencia de mecanismos de control contra practicas ilegales como la colusion de mercados, seran bienvenidas las empresas que lo desafien. Bien hace falta un Uber o un D1 en la banca, las telecomunicaciones, la educacion, transporte de carga, combustibles y un sinumero de bienes y servicios que hagan más competitivo al pais.
ResponderEliminarMuchas gracias por leer mi blog. Estuve en Alemania en 1963 y volví en 1982. También estuve en Holanda en 1963. En 1963 me impresionó la gran diferencia entre Berlín Oriental y Berlín Occidental, los guardias de Berlín oriental no pedían limosna sino un cigarrillo porque no se conseguía nada en el régimen comunista. En 1982 cuando regrese, me impresionó que en Bonn no había tiendas ni restaurantes que aceptaban tarjetas de crédito. Espero volver a ir muy pronto a Alemania y ver como ha evolucionado la unificación de este país después de la caída del Muro de Berlín.
EliminarNo me parece que en la entrada toque el tema del petróleo, entonces no entiendo la razón de ese comentario.
Evidentemente, el análisis es dirigido a los más de amateurs pues pensé que esa era la manera adecuada de poner algunos de presente algunos comportamientos que he visto en Colombia durante los últimos cuatro años que me parecen son puntos muy importantes.
Al leer sobre Aldi me doy cuenta de que su auge estuvo asociado con los tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, una época de grandes sufrimientos para los alemanes en la que la iglesia colombiana hacia colectas para enviar ropa a Alemania que pudiera servirles para soportar las incomodidades del invierno. Si usted lee el artículo de Mitchel Voss, él dice que estos cambios en el consumo a los "Hard Discounts" permanecen en el tiempo. Reitero las gracias por visitar el blog y comentar esta entrada.
Dn Alvaro: Es un comentario juicioso, de lo que estamos viendo en el día a día. En cuanto al empleo, le adicionaría, lo mal pagos que están nuestros profesionales. La invasión de profesionales venezolanos, que han afectado el mercado laboral, no hay política de estado a lo que está sucediendo. El número de empresas que han cerrado o declarado en concurso de acreedores o quiebras.
ResponderEliminarComo siempre, una clase magistral de economía de todo un PhD. Donde me surge la duda es si estos son signos de recesión o de nuevos modelos de desarrollo. Mirando esta situación con respecto a España, la desigualdad es nuestro lastre. En Colombia el trabajo precario y ese consumo limitado, solo afecta a una parte de la poblacion. En otras aún tenemos salarios muy altos, que aquí serían soñados y por eso marcas como Zara o Mango se dan el lujo de cobrar 2 y hasta 3 veces más por la misma prenda de ropa en Colombia. En Europa tanto la precariedad laboral como las opciones de consumo "low cost" existen y se han popularizado en muchos sectores (airbnb, gloover, deliveroo, pasando por outlets de ropa y aerolineas) que obviamente la gente vive con un "estado de bienestar" = subsidios. Lo q creo q puede pasar es que que lleguemos a una situación de "mileurismo" donde la gran masa de la población tendrá un salario medio que le obligue a complementar con esos trabajos precarios y se reproduciran las opciones de consumo "low cost" -Mercadona, Aldi, Lidl, D1- (que debo reconocer que tienen buenas opciones para romper ciertos monopolios de empresas tradicionales de la industria de consumo masivo). También me surge la pregunta si esto es una consecuencia directa de un gobierno o es la ola en la que está el mundo. El cuento de la economía colaborativa que termina en este tipo de opciones de consumo, muestran una realidad en muchos países y no estoy segura si Colombia con Santos o sin Santos podía haberse abstraído.
ResponderEliminarComo siempre, una clase magistral de economía de todo un PhD. Donde me surge la duda es si estos son signos de recesión o de nuevos modelos de desarrollo. Mirando esta situación con respecto a España, la desigualdad es nuestro lastre. En Colombia el trabajo precario y ese consumo limitado, solo afecta a una parte de la poblacion. En otras aún tenemos salarios muy altos, que aquí serían soñados y por eso marcas como Zara o Mango se dan el lujo de cobrar 2 y hasta 3 veces más por la misma prenda de ropa en Colombia. En Europa tanto la precariedad laboral como las opciones de consumo "low cost" existen y se han popularizado en muchos sectores (airbnb, gloover, deliveroo, pasando por outlets de ropa y aerolineas) que obviamente la gente vive con un "estado de bienestar" = subsidios. Lo q creo q puede pasar es que que lleguemos a una situación de "mileurismo" donde la gran masa de la población tendrá un salario medio que le obligue a complementar con esos trabajos precarios y se reproduciran las opciones de consumo "low cost" -Mercadona, Aldi, Lidl, D1- (que debo reconocer que tienen buenas opciones para romper ciertos monopolios de empresas tradicionales de la industria de consumo masivo). También me surge la pregunta si esto es una consecuencia directa de un gobierno o es la ola en la que está el mundo. El cuento de la economía colaborativa que termina en este tipo de opciones de consumo, muestran una realidad en muchos países y no estoy segura si Colombia con Santos o sin Santos podía haberse abstraído.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. Estoy de acuerdo en que hay tendencias de largo plazo que apuntan en la dirección anotada en el Blog. Biene a mi memoria el libro de Moisés Naim el fin delpoder. Lo que encuentro interesante es recalcar que la adopción de estas innovaciones tiende a hacerse en épocas de crisis, que llevan a los consumidores y trabajadores a dar el paso hacia las alternativas de bajo costo y de trabajo informal.
EliminarEsperemos que los ánimos se calmen para poder realizar una juiciosa evaluación de los cuatro años transcurridos desde el inicio del Blog.